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Mi otra familia sabía de briefings

5 Jun

la otra familiaPeggy Olson: ‘What do you have to worry about?’

Don Draper: ‘That I never did anything. And that I don’t have anyone’

Después de más de dos años vagando por el mundo de la publicidad solo o en compañía de pocos, viendo el penúltimo capítulo de Mad Men tuve un momento revelador que me llevó a recordar lo que echo y echaré siempre en falta de mi paso por agencia: las personas. Seguir leyendo

La Manduca de Azagra: la huerta navarra de Chamberí

16 Jul

me importa este pimiento«Tenemos las primeras pochas de la temporada, las han traído hoy mismo». Esta sencilla frase resume a la perfección la filosofía de La Manduca de Azagra (Sagasta 14, Madriz), un restaurante navarro donde mandan las estaciones sobre el producto y no al revés. Si llegas una semana antes tendrás las últimas alcachofas del año, días después serán los espárragos los que manden, así da gusto comer verduras.

Al entrar el diseño del espacio manda y puedes pensar que el trato va a ser serio pero frío, olvídate porque aquí la sonrisa la cultivan todo el año. Un servicio profesional pero cercano y unos dueños que después de las (estupendas) recomendaciones y tomarte nota empiezas a confundir con alguien de tu familia (¿no era la primera vez que veníamos?).

Llegan los platos con raciones más que generosas: la ensaladilla que hace la suegra que si pudieses la abrazarías, unos impresionantes e imprescindibles pimientos cristal, las benditas pochas que te reconcilian con los platos de cuchara para años, una ventresca de bonito estupenda y unas torrijas que hacen que esa semana sea santa.

Con la imprescindible sobremesa llegamos a la conclusión de que habrá que volver con el cambio de estación para disfrutar de lo que toque: echaremos de menos las pochas pero seguro que las alcachofas nos ayudarán a olvidarlas, aunque sea un poquitín.

Y pensar que de pequeño odiaba la verdura.

¿Con quién ir? amantes de lo verde o para darse un homenaje de esos buenos ¿por cuánto? de 50 a 60 euros con raciones de verdad.

La Ancha: volver al inicio

26 Feb

la Ancha de Zorrilla

Ahora que todo parece ir demasiado rápido y sólo pensamos en el qué pasará mañana, pasado o el siguiente, es el momento de parar un segundo y descansar, recordar de dónde venimos para saber que vamos cumpliendo con lo que un día nos enseñaron, que no nos hemos fallado ni siquiera a nosotros mismos. Retomar, aunque sea por unas horas, ese tiempo donde todo era más fácil.

La Ancha (Zorrilla, 7 y Príncipe de Vergara, 204 / Madriz) es volver a ese sitio donde los manteles son blancos impolutos, el trato educado, los productos de mercado, las lentejas caseras, el tomate es tomate, los callos en cazuela de barro, la tortilla guisada con almejas recuerda que mojar el pan tiene que estar permitido (aunque sea sólo ese día) porque dejar esa salsa sería pecado, el mero empanado con pisto es como el de tu madre, el escalope de ternera sabe a domingo en familia y la sobremesa es sagrada cuando uno está tratando de arreglar el mundo.

Ir a la Ancha es eso, una pausa en un mundo de prisas, el sabor de siempre para descansar de todo lo que nos queda por probar, es una comida en familia, una celebración de amigos que llevan mucho compartido. Es recordar que recordar, nunca ha sido tan importante.

Hoy hace un año que para ti serán siete

26 Dic

Han pasado 365 días desde que tuvimos que despedirnos de ti. Eras ya mayor pero conservabas una energía que transmitías cada vez que íbamos a casa (tu casa) y nos recibías a dos patas con esa capacidad que tenías de mantenerte sobre ellas que sólo al final, te empezó a fallar.

Llegaste a casa (a tu casa) como un regalo desconcertante, años después de que yo estuviese pidiendo un perro que nunca llegó y allí estabas tú, con más miedo que vergüenza, unas primeras noches echando en falta el calor de tu madre pero a cambio te ganaste el cariño de la nuestra.

Durante días te llamaste Carlota en honor a la perra de una vecina pero no nos convencía del todo, hasta que viendo Expediente X mi hermano y yo decidimos que una pelirroja como tú merecía un nombre a la altura: Scully. Y así te registramos pero te llamamos Escalina, patotas, orejotas y te daba igual porque acudías con la misma alegría.

Nos viste estudiar, aprobar, suspender, llegar tarde, celebrar cumpleaños, fin de año, ver que la familia se hacía mayor, crecía, que nos íbamos y te quedabas en casa (tu casa) compartiendo largos paseos con tu dueña y siempre cómplice.

Comiste nieve, medio kilo de queso, corrías por la complutense detrás de piñas, subías a los árboles como un gato, hiciste agujeros en busca de raíces a las que morder y usabas el pasillo como pista de velocidad.

Y llegaron las navidades pasadas y nos diste varios sustos hasta que nos dijeron que te pasaba. Tomamos la decisión más dura pero más justa para ti. Te acompañamos hasta el último momento y nos despedimos. Te quedaste dormida y fuiste a jugar, correr y hacer agujeros a las nubes con Nela, Blaky, Spoty, Bruce, Jay, Duque, Simón…

Hace poco soñé contigo. Estábamos jugando y en un momento determinado debí de dejar de tirarte la pelota, me miraste y me dijiste «aprovecha que esto es un sueño y cuando acabe no estaré allí». Creo que seguimos jugando hasta que me desperté.

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