FOTOS (2)
En el ascensor me hizo un breve resumen de mis futuras labores: una puerta que no abría, un cajón suelto y, si podía, un cuadro. El panorama de la tarde del domingo se preveía espantoso; por un segundo me acorde de “La Fuga de Logan” y sus peculiares leyes, y lo útil que me podrían haber sido en mi actual situación.
Llegamos a su piso y sacó el llavero. La edad le obligaba a mirar de cerca las llaves que debía meter en cada cerradura, parecía que las reconociese más por el olor que por la vista. Me ofrecí amablemente a abrir la puerta y ella, no sin mostrar algo de desconfianza, me las entregó. Mientras le preguntaba de dónde era cada una, me llamó la atención el llavero en forma de aguilucho. Tenía los colores güalda y amarillo, acompañados de una bella frase en la que se daba por hecho que la sangre de uno es muy útil para que un pedazo de tierra se haga más grande, y todo eso bajo la mirada aprobatoria de un Dios al que yo desde pequeño, tal vez equivocadamente, le había atribuido un carácter más cercano al pacifismo de John Lennon que a la mala hostia que transmitía dicha frasecilla.
Una vez en el interior de la casa, retrocedí en el tiempo.
Toda la decoración de la casa parecía mantenerse intacta desde 1950. No había nada que recordase que estábamos ya en el año 2000, el único rasgo de modernidad era una vieja televisión con antena de cuernos, que seguramente era en blanco y negro.
El salón de la casa estaba repleto de fotografías, había retratos en los estantes, en la mesa baja que estaba en el centro, en las paredes. Todos parecían conservar los marcos en los cuales se colocaron por primera vez.
Todo estaba en penumbra y la buena señora encendió una lampara. El efecto producido por la combinación de una bombilla de 40W, incapaz de atravesar la oscura pantalla que la rodeaba, y los miles de retratos colocados por toda la habitación, fue fantasmagórico, y no desentonaba nada con el del motel de la señora Bates.
– Bueno, esta es la puerta que se queda atascada- me dijo, mientras me hacía una demostración en vivo, tirando del pomo.
– No se preocupe, veré qué se puede hacer- respondí con una sonrisa estúpida, sabiendo perfectamente que el proyecto podía superarme.
– Pues nada, yo mientras me voy a la salita a oir el parte.
Me dejó en el salón y cerró tras de si una de las tres puertas que daban a la habitación. Al poco rato empecé a oir de fondo la voz de un locutor. Ese fue el único sonido que me acompañó durante toda la tarde.
Decidí ponerme en marcha para acabar lo antes posible, mientras era observado por cientos de ojos impasibles que parecían vigilarme desde sus antiguos marcos.
Me acerqué a la puerta atascada y moví la manivela arriba y abajo, sin saber muy bien qué pasos debía seguir, hasta que decidí abrir la caja de herramientas y sacar el destornillador.
Tardé menos de lo que me imaginaba en desmontar el pomo, y cuando logré abrir la puerta pensé que tampoco era tan difícil. “Prueba conseguida”, me dije lleno de orgullo. Cuando todavía seguía embriagado por los efluvios del éxito, me percaté de que el problema vendría a la hora de lograr que la puerta se pudiese volver a cerrar.
Mientras sujetaba en mis manos la manilla desmontada, me fijé en una de las muchas fotos que tenía al lado de televisor. Era una foto de una mujer con un apuesto caballero vestidos de época, ambos montados a caballo, sonriendo al fotógrafo que les acababa de inmortalizar. Todo el ambiente que les rodeaba daba a entender que formaban parte de la burguesía adinerada. Me fijé en la foto que estaba a la izquierda. En ella, la misma pareja estaba apoyada en un coche antiguo, brindando con las copas en dirección a la cámara. El aspecto de ambos era especialmente elegante. Por lo que parecía, la señora Asunción había tenido un pasado aristocrático y en la actualidad sólo le quedaban viejos recuerdos enmarcados. Me seguí fijando en las otras fotos que rodeaban al televisor; en algunas había gente en lo que parecía una fiesta en el campo, no localicé ni al apuesto joven ni a la elegante dama, pero sí que se notaba que en esa época, la familia de él o de ella no tenía problemas económicos demasiado serios.
Cuando terminé de mirar las fotos que tenía al lado, consulté la hora y vi que tenía que acelerar mi trabajo si no quería pernoctar allí. Atornillé de nuevo todas las partes y me quedé bastante tranquilo cuando vi que no me sobraba ninguna pieza y el pomo se movía. Cerré la puerta para probar si el éxito era total. Al cuarto intento, la puerta se cerró y se abrió con facilidad. No sabía qué había hecho, pero lo había hecho bien.
Disfruté unos segundos de un merecido descanso y comprobé de nuevo que todo estaba bien antes de avisar a la dueña.
– ¿ Ya funciona mi puerta?
– Sí, eso parece- le dije mientras me frotaba la manos esperando sus vítores y alabanzas.
– Pues nada, este es el cajón que no va tampoco demasiado bien.
Me quedé con cara de tonto. Después de todo mi esfuerzo, mi sudor, mis lágrimas, la muy bruja pasaba de agradecerme mi trabajo, vieja ingrata.
– Vale- respondí refunfuñando.
– Me encantaría ofrecerte algo, pero tengo la nevera tiritando, ya sabes hijo, la pensión de una anciana no da para más.
Desapareció de nuevo por la puerta y yo levanté mi dedo corazón en señal de agradecimiento.
– Bruja- susurré para mí.
Miré el cajón con cara de odio, como si su existencia fuese la culpable de mi asqueroso domingo. Observé una serie de fotos que había sobre la mesa del salón. Se mantenía el aire de lujo de las colocadas al lado de televisor. Una montería, una foto en la plaza de toros de Las Ventas, la salida de misa con lujosos trajes. ¿Qué demonios había pasado en el espacio de tiempo que había transcurrido desde esas fotos hasta la actualidad? Las caras reflejaban una alegría desbordante, la pareja era diferente, o a mí me lo parecía. Aunque la época fuera más o menos la misma, ¿serían parte de su familia?, ¿cuál de las dos parejas era la que correspondía a la señora Asunción? Ambas mujeres eran lo que en aquella época debía considerarse atractivas, y trataba de buscar a cuál de las dos caras se parecía más. Decidí que la pareja de la televisión era la correcta.