Madriz. Domingo por la mañana. Otoño. Sol. ¿Apetece un paseo por el Parque del Retiro? No hace falta que respondas, miles de personas ya han contestado por ti, incluida una que se disfraza de ¿Mickey Mouse?. Seguir leyendo
El Escaparate: honestidad brutal
27 FebPuede que pases al lado El Escaparate (María Panés 6, Madriz) y no te des ni cuenta de lo que ahí dentro se esconde: pocas mesas, no abre los fines de semana y para las cenas es necesario reservar antes.
La Ancha: volver al inicio
26 FebAhora que todo parece ir demasiado rápido y sólo pensamos en el qué pasará mañana, pasado o el siguiente, es el momento de parar un segundo y descansar, recordar de dónde venimos para saber que vamos cumpliendo con lo que un día nos enseñaron, que no nos hemos fallado ni siquiera a nosotros mismos. Retomar, aunque sea por unas horas, ese tiempo donde todo era más fácil.
La Ancha (Zorrilla, 7 y Príncipe de Vergara, 204 / Madriz) es volver a ese sitio donde los manteles son blancos impolutos, el trato educado, los productos de mercado, las lentejas caseras, el tomate es tomate, los callos en cazuela de barro, la tortilla guisada con almejas recuerda que mojar el pan tiene que estar permitido (aunque sea sólo ese día) porque dejar esa salsa sería pecado, el mero empanado con pisto es como el de tu madre, el escalope de ternera sabe a domingo en familia y la sobremesa es sagrada cuando uno está tratando de arreglar el mundo.
Ir a la Ancha es eso, una pausa en un mundo de prisas, el sabor de siempre para descansar de todo lo que nos queda por probar, es una comida en familia, una celebración de amigos que llevan mucho compartido. Es recordar que recordar, nunca ha sido tan importante.
StreetXo: cambio de ritmo
22 Ene«Aunque parezca un flyer… es nuestra carta. No te la lleves porfa»*
(pausado) Entras en el Corte Inglés de Callao, a través de las diferentes marcas de perfumes te diriges hacia los ascensores que se encuentran al fondo, la gente espera. Marcas la planta 9, te das cuenta que no eres el único y esperas a que se abran las puertas. ¡Ding! ya estás allí, a la izquierda los grandes reservas se mezclan con aceites aroma a trufa, dulces, ginebras… y al fondo ves lo que se te antoja como unas estupendas vistas del cielo de Madriz, hacía allí que vas, dejas a un lado una cafetería, Hamburguesa Nostra y de repente, justo al lado, llegas al sitio al que ibas desde un principio: StreetXo.
(¡¡¡¡ACELERADO!!!!) Musicón alto, luces blancas, una cocina en mitad de la barra y cinco… perdón, seis cocin… ¿de dónde demonios ha salido el tipo que lleva una antorcha y baila entre ellos? ¿son siete entonces?. Uno de ellos se acerca, te deja una fotocopia a modo de carta y te pregunta qué quieres para beber, lo haces y acto seguido te sirve. ¿Vais a comer aquí o vais a mesa? Creemos que el espectáculo ahora está en los fogones, así que nos acodamos en la barra. Pasa un rato, tienes claro lo que quieres y vas a pedir y… ¡llamas de dos metros en el wok del fondo! todos tranquilos porque el tipo que lo controla se lo está pasando de maravilla. Se te acerca otro cocinero, toma nota y deja el pedido sobre la mesa. Cada 30 segundos uno de ellos se acerca, consulta lo que has encargado y pregunta como va. Parece que ya llega lo primero, papel de parafina sobre el que terminan el plato mientras te cuentan qué lleva, al minuto llega el siguiente y al poco después el último que pedimos. Los cubiertos y palillos en un cubo al lado y sírvase usted mismo. El espeto de pollo pekinés, tuétano con cocotxa y ñoquis de arroz es lo que te estás comiendo y está estupendo, mientras, que el ritmo no pare. Llega más gente y agradeces haber estado allí una hora antes. Y siguen saliendo platos, y más llamaradas, y la música sigue marcando un ritmo brutal. Pides la cuenta y dos salimos por 37 euros y mientras pagas, te das cuenta que hay tipos locos como David Muñoz capaces de crear (y meter) algo así dentro del gourmet de el Corte Inglés y llenar hasta la bandera. Ole.
(pausado) Según sales de StreetXo, el musicón desaparece y vuelve el murmullo tranquilo de unos grandes almacenes. Te acercas a los ventanales que dan a la Gran Vía y te vuelves a enamorar, un poquito más si cabe, de una ciudad como Madriz, la ciudad donde se mezcla lo pausado y lo acelerado sin que uno se de cuenta que es lo que le pide el cuerpo corazón en ese momento.
*Frase al final de la carta de StreetXo y que lo resume todo.
Sylkar: ¿la mejor tortilla de patatas de Madrid?
3 Jul
Amanece en Madrid, es sábado y por delante nos espera un día azul de esos bonitos (invierno o verano, da lo mismo).
Apetece desayunar fuera de casa, apetece desayunar salado y si tienes suerte como es mi caso, muy bien acompañado.
Las gafas de sol, paseo tranquilo mientras vemos que los kioscos van recibiendo a los primeros clientes y el solecito recarga las pilas.
Llegamos al Sylkar (Espronceda 17, Madriz) y allí está la dueña con esa sonrisa perenne. Das los buenos días tanto a ella como al resto de los parroquianos y te acomodas en una de sus tres mesitas.
Pides un par de pinchos de tortillas con ¿un café? ¿un zumo? ¿una coca-cola zero? lo que te apetezca, y al rato aparece esa maravilla amarilla poco cuajada, acompañada de su pedazo de pan con la promesa de que esta vez volverá a estar igual de rica o mejor que la última vez que la probaste.
Llega ese primer pedazo que sabe a gloria, lo acompañas con la sonrisa de quién te acompaña porque piensa exactamente igual que tú y siempre, la primera frase después de volver a probarla hace referencia a lo buena que está hoy.
Entonces la conversación gira en torno a otras cosas, tonterías, recuerdos de la noche anterior o tal vez abres uno de los periódicos que tienen y comentas no se qué cosa y el desayuno transcurre plácidamente como deben de transcurrir los desayunos cuando amanece en Madrid un día azul de esos bonitos y te apetece desayunar fuera con la mejor compañía que has tenido la suerte de tener.
Y entonces es cuando tengo que decir que para mi, la tortilla del Sylkar es la mejor tortilla de Madrid.
Ceuta: al sur del sur
18 JunPara ser sincero Ceuta nunca había sido mi primera opción para seguir viajando por España. Tampoco la segunda. Ni la tercera. Ahora que la conozco, he corregido mi error porque Ceuta merece la pena.
Cruzar el estrecho en ferry dejando Gibraltar a la izquierda. Llegar al puerto y que un taxista en un viejo mercedes no se quite la sonrisa ni al bajar las maletas. Pasear por sus calles y descubrir una ciudad pequeña y amable. Observar que están rodeados de playas por un lado y de Marruecos por otro. Coger otro taxi y que mantenga la sonrisa. Escuchar en parte de los ceutíes su acento entre marroquí y gaditano, con las erres de los primeros y la gracia de los segundos. Cenar en el Oasis y disfrutar de pinchos morunos, berenjenas confitadas, cus-cus… mientras el dueño te cuenta un chiste digno de Chiquito. Acabar la velada con un té moruno y unas vistas de lujo. Amanecer y navegar alrededor de la ciudad para descubrir que han aguantado asedios y más asedios en nombre de la corona para que al final casi les tengamos olvidados. Darte un chapuzón en el agua salada del parque marítimo del Mediterráneo para estar fresquito para la noche. Ver atardecer en el Cielo brindando por la boda de unos amigos. Volver al hotel acompañado de la calima que juega con las luces de las farolas. Amanecer y ver que la amabilidad y la sonrisa no es cosa de dos días. Escuchar a un taxista decir con orgullo que aquí viven en armonía cristianos, hebreos, musulmanes e hindúes pero eso si, todos ellos bajo la soberanía española. Embarcar de nuevo y dejar Gibraltar a la derecha. Pensar que Ceuta merece otra visita. Pensar que Ceuta merece, y mucho, la pena.