Amanece en Madrid, es sábado y por delante nos espera un día azul de esos bonitos (invierno o verano, da lo mismo).
Apetece desayunar fuera de casa, apetece desayunar salado y si tienes suerte como es mi caso, muy bien acompañado.
Las gafas de sol, paseo tranquilo mientras vemos que los kioscos van recibiendo a los primeros clientes y el solecito recarga las pilas.
Llegamos al Sylkar (Espronceda 17, Madriz) y allí está la dueña con esa sonrisa perenne. Das los buenos días tanto a ella como al resto de los parroquianos y te acomodas en una de sus tres mesitas.
Pides un par de pinchos de tortillas con ¿un café? ¿un zumo? ¿una coca-cola zero? lo que te apetezca, y al rato aparece esa maravilla amarilla poco cuajada, acompañada de su pedazo de pan con la promesa de que esta vez volverá a estar igual de rica o mejor que la última vez que la probaste.
Llega ese primer pedazo que sabe a gloria, lo acompañas con la sonrisa de quién te acompaña porque piensa exactamente igual que tú y siempre, la primera frase después de volver a probarla hace referencia a lo buena que está hoy.
Entonces la conversación gira en torno a otras cosas, tonterías, recuerdos de la noche anterior o tal vez abres uno de los periódicos que tienen y comentas no se qué cosa y el desayuno transcurre plácidamente como deben de transcurrir los desayunos cuando amanece en Madrid un día azul de esos bonitos y te apetece desayunar fuera con la mejor compañía que has tenido la suerte de tener.
Y entonces es cuando tengo que decir que para mi, la tortilla del Sylkar es la mejor tortilla de Madrid.