Hace cinco minutos todo parecía solucionado y que no habría problemas, pero todo eso acaba de cambiar. No sé quién tuvo la culpa pero ahora no es el momento de buscar responsables sino de dar todo el apoyo que sea necesario.
Se torcieron las cosas cuando todo parecía seguro, pero como pasa siempre en estos casos, un despiste puede llevarte directo al desastre. A todo esto hay que añadir el problema de los nervios, la sensación de verlo todo desde fuera, como un espectador incapaz de hacer algo realmente útil y que sirva para algo, solo rezar si eres creyente o cruzar los dedos encomendándote a la suerte.
El tiempo parece que no se mueve, miras el reloj y las agujas han decidido ir mucho más despacio, los minutos parecen eternos.
La situación parece totalmente descontrolada, ves que cunde el desorden en el momento más inoportuno, tienes la solución en tu cabeza pero sabes que por mucho que grites, tu voz quedará ahogada por la mayoría.
Desde que tengo memoria, siempre ha sucedido así: cuando se supone que todo está atado y ronda por la cabeza esa sensación de desastre, cuando temo que en cuestión de segundos todo se pueda ir a la mierda, que el esfuerzo del principio desaparezca en un instante y lo que tanto ha costado conseguir, por diferentes motivos, lo pierdas.
No es la primera vez que pasa y sé a ciencia cierta que no será la última. Siempre se ha dicho que éramos perdedores, que si algo malo tenía que pasar nos pasaría, pero alguien me dijo una vez que eso formaba parte de nuestro encanto y que le gustaría que no cambiásemos nunca. Miro lo que sucede sin todavía creérmelo del todo y trato de buscar una respuesta que no valdrá de nada.
Mañana se hablará de ésto, aunque tampoco demasiado; seguramente habrá otras cosas que merezcan mayor atención, pero para mí, en este preciso instante, esto es lo más importante. Recuerdo los buenos momentos, esos que te hacen volver a casa con una sonrisa, con la sensación del deber cumplido pero parecen demasiado lejanos en el tiempo.
Vuelvo a mirar el reloj, el muy hijo de puta sigue en el mismo sitio donde le dejé hace horas. Miro a todos lados tratando de tranquilizarme pero lo que veo sólo consigue ponerme aún más nervioso. Lo que antes parecía sólido como una roca parece desmenuzarse como un castillo de arena, lo que antes era muy claro se ha enredado. Sabes que la gente con la que puedes contar para que esto se arregle se cuenta con los dedos de una mano, pero confías en su sangre fría y ya les has visto antes tomar decisiones correctas y solucionarlo todo.
Los últimos cambios no me han gustado pero no nos quedan más cojones que apechugar con ellos. Empiezo a cabrearme porque estoy harto de que esto se repita constantemente. Aprieto fuerte los puños y me muerdo el labio.
La situación en este momento es crítica, necesitan estar muy atentos para no cagarla, la concentración es imprescindible. En un segundo, todo puede acabar bien o por el contrario, estropearse del todo…
Solo ha sido un susto, al final no ha pasado nada, me fijo en mi reloj y cuando levanto la cabeza todo ha acabado, grito para desahogarme y respiro profundamente. Lo hemos conseguido, hemos defendido la ventaja que teníamos sobre el rival y les hemos vencido 2 a 1…
Y todavía hay gente que me pregunta por qué soy del Atleti.
(pedazo de anuncio – el primero de muchos- de Señora Rushmore para mi/nuestro Atleti)