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Adiós tristeza

13 Nov

Enrique

«Nunca se recibe sin dar nada a cambio,
yo daría mi vida por dormir en tus brazos.» 

-Enrique Urquijo-

Cada año esperaba que se publicase un nuevo disco suyo, ya fuese con su banda de siempre o con los Problemas. El mismo día del lanzamiento me plantaba en la tienda y con lo ahorrado salía con el disco en la mano, quitaba el plástico y lo abría, leyendo de camino a casa las letras de canciones que podía haber o no escuchado todavía.

Cuando llegaba a mi casa, daba lo mismo lo que estuviese puesto, yo me hacía dueño y señor del equipo de música. Colocaba el vinilo en el plato (con los primeros discos), o esperaba a que el lector de CD’s me dijese que ya estaba preparado. Leía las letras a la vez que escuchaba las canciones y me quedaba con fragmentos que yo no habría sido capaz de decir, pero sí de sentir.

En todos sus discos tenían una o dos canciones que, hasta hoy, todavía no me he cansado de escuchar. Contaba cosas que a mí me habían pasado y cómo me había sentido entonces, y me alegraba saber que alguien entendía mi tristeza a través de la suya, y la compartía conmigo.

Le escuché muchas veces en directo. Algunas veces me defraudó y me sentí como alguien al que le falla un amigo de toda la vida, pero cuando lograba conectar con el público, te olvidabas de los malos tragos pasados.

Conciertos en el “Caledonia” (ya desaparecido), en la “Sala Maravillas”, en el “Rincón del Arte Nuevo”… sitios pequeños donde la gente que estaba allí,escuchándole, sabía que había mucho más que Déjame y Sobre un vidrio mojado, que el tipo delgado de la guitarra acústica, tras cantar sobre alguien que tenía que empezar a cambiar de planes, podía bromear con una camarera o defender a un par de chicas de unos pesados que no sabían dónde estaban, ni quién les estaba diciendo que para charlar era mucho mejor darse un paseo por la calle Luchana.

Se fue de mala manera, y tardé algun tiempo en perdonar la forma, sin despedirse. Sentí rabia por darle argumentos a todos aquellos que le tachaban de triste (como si eso fuese un defecto), y que ahora le echaban en cara que siempre cantaba la misma canción.

Pasé algún tiempo sin poner sus discos, las radios se ocupaban de eso. En algunos casos eran homenajes sentidos y en otros eran obligados, pero uno de los más grandes fue uno espontáneo, en un bar de Madrid: cuando estaban a punto de cerrar, empezaron a sonar sus canciones, una tras otra, y la gente que quedaba se puso a cantar. Llegó la hora marcada por la intransigencia municipal y una canción quedó partida, pero nadie se movió del sitio, y los que estaban allí cantaron la canción sin música, como si de un concierto se tratase. Una vez acabada, todos brindamos por él.

Se fue y me nos dejó la canción que es el tema principal de la banda sonora de la vida que comparto con quién me ha dado lo mejor que nos ha pasado. Fueron muchos años después de su despedida y la escuchamos juntos para quedárnosla. Enrique tenía razón: continuará

 

Lori Meyers: apoteosis en 8 minutos

23 Dic

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«Despierta y haz como si nada te afecta,
no aceptes más sugerencias, renacerán tus ganas de vivir»

Vaya por adelantado que no soy ningún experto en música y mis gustos pueden ser más que discutibles (puedo cambiar de Camarón a Hombres G pasando por Enrique Urquijo y Fun sin despeinarme el pelo que no tengo) pero como cualquiera, tengo mi huequecito para los grupos más o menos independientes (si acaso se siguen llamando así) con titulares fijos como Los Planetas, La Buena Vida, Family (con su único y maravilloso disco), Sidonie y por supuesto Lori Meyers (A Vetusta Morla aún no le he pillado el punto).

Es curioso porque mi primer contacto con el grupo de Granada fue hace muchos años gracias a un compañero de agencia que escribía en el que fue el suplemento alternativo y molón por excelencia, el Tentaciones del País. Sabía mi querencia por los chicos de «Segundo Premio» y pensó que «Viaje de Estudios» (2004) de Lori Meyers me podría gustar: mi resumen de todo a cien una vez escuchado fue «son como Los Planetas pero se entiende cuando cantan» y quedó como un fijo en mi coche. Después llegó «Hostal Pimodan» (2005) que me vino grande y les dejé un poco en el olvido.

Pasaron los años y mis gustos musicales se quedaron un poco encallados con ciertos momentos de lucidez gracias a los consejos de mi estimado Pelu, hasta que de repente apareció Spotify y pude ponerme a rebuscar entre la discografía de muchos grupos y así encontrarme con «Cuando el destino nos alcance» (2010) que paso a ser banda sonora de muchos días y más noches (también «Cronolanea» (2008) que escuchaba cuando no dejaba de darle vueltas al anterior). Y llegamos hasta «Impronta» (2013) que tenía la difícil misión de mejorar al anterior y que contiene temazos para enmarcar.

El sábado tocaba verlos en La Riviera y desde el primer momento no defraudaron, manteniendo a la gente botando y no dejando tema sin cantar hasta llegar al momentazo «Emborracharme» cuando el pleno delirio de saltos, cae sobre le publico confeti plateado o «lluvia dorada» como me dijo una amiga (momento risas de ambos) y la gente encantada. Después cantarían junto a Anni B Sweet «Despedirse» para calmar los ánimos y llegar a la obligada pausa antes del éxtasis colectivo que estaba por llegar.

Se acercaba el final y estábamos divididos entre los que esperaban «Mi realidad» y los que necesitábamos «¿A-ha han vuelto?» así que para dejarnos contentos a ambos sectores, tocaron las dos como si de una sola se tratase y ahí, durante esos ocho minutos, creo que salte como si hubiese nacido en el 83 o el concierto hubiese sido en el 2003: 10 años menos que volaron mientras nos desgañitábamos como si nos fuese la vida en ello. Increíble.

Una vez recuperados un poco y para dejarnos aún mejor sabor de boca se despidieron con un particular villancico (¡¡«La caza» de Juan y Junior!!) que nos dejó con la sonrisa fija para toda la noche y su música resonando en nuestras cabezas y tarareando temas antes de dormir como si fuesen una estupenda nana.

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