Hola ¿qué tal vas? imagino que bien, siempre has sido mucho de quejarte pero al final las cosas te acaban saliendo.
Seguramente estarás sorprendida de saber de mi pero resulta que hace muy poco, a una persona a la que aprecio mucho, le ha pasado algo muy parecido a lo que me pasó a mi contigo y me han entrado unas ganas locas de escribirte. Puede que me empuje la rabia, no lo voy a negar, pero bueno, cada uno encuentra sus motivaciones donde puede y lo que hoy escribo me sale del fondo, de ese motor que se alimenta de las entrañas y el corazón.
Es curioso como lo que nos pasó sigue pasando. Voy a hablar de nosotros, pero lo realmente jodido es que podría hablar de muchas (tal vez demasiadas), que se portan como tú.
Para empezar decirte que siempre me sorprendió la forma en la que me engatusabas para convertir mi tiempo en el tuyo y no darme nada a cambio, bueno, tal vez alguna cena en el VIPS a altas horas o unas pizzas que acababa encargando yo para que no perdiésemos el tiempo. Cierto que empezamos muy jóvenes pero eso no es excusa, yo compré lo que vendías a cambio de lo que creía que lográbamos juntos, bendita juventud.
Recuerdo que muchas veces me pediste un esfuerzo más, dar otro pasito a cambio de una promesa que pocas veces llegaste a cumplir y yo allí estaba, al pie del cañón, con mis fines de semana en tus manos y una relación que solo entenderían aquellas personas que viven o han vivido lo mismo.
Sabes, no puedo afirmar que todo fuese malo, mentiría como un bellaco, pero esa carta te la escribiré en otro momento, hoy no toca.
También debo decir en tu defensa que puede que con el paso del tiempo perdiese la frescura que había al principio, pero que quieres, pasan los años y la inocencia aprende a dejar de serlo.
Imagino que pensarás que soy un amargado y que estoy despechado (algo de razón puede que tengas) pero entenderás que fueron mucho años de relación y algo de resquemor tiene que haber, aunque como te decía, el motivo principal de esta carta es otro: lo que nos pasó sigue pasando y veo que no aprendes. Es cierto que compré lo que me vendías pero sabes muy bien, que te cobraste lo mío y lo de tres como yo.
Pero vamos al fondo de todo esto.
Lo que realmente me jode es que a la hora de decir adiós dijiste que me hacías un favor, que era mi momento de volar, que parte de lo que me dabas me lo gastase en un viaje, que habría nuevos retos, incluso insinuaste que podrías presentarme a alguien que ocupase tu lugar… quieres saber la verdad, que te den. Puede que me mereciese que me echases de tu lado pero no de esa manera, después de todo lo que habíamos vivido, lo que me había perdido y lo que te había dado merecía algo más que un puñado de tópicos salidos de «¿Quién se ha llevado mi queso?«.
Ahora que alguien al que conozco le ha pasado lo mismo que a mi y que a tantos otros, tecleo con ganas estas frases que puede que nunca llegues a leer o que de llegar a tus manos ni recuerdes quién soy pero me da lo mismo. Lo que me gustaría es que si alguien ha llegado hasta aquí y ha vivido lo mismo o algo parecido se sienta identificado y como yo, en este preciso momento sonría, porque sabe o sabrá, que la vida es mucho más bonita desde que no estás en ella, que ha descubierto que aún puede disfrutar haciendo lo que hace o algo totalmente diferente sin tenerte a ti.
El día que me despediste no escribí nada más que mi firma en el finiquito, lo que no sabía es que además de mi indemnización me llevaba un incierto pero precioso futuro.
Ahora el que se despide soy yo.
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