¿Obvio? no tanto.
Sacha
El restaurante. Local de la vieja escuela con 16 mesas y lleno hasta la bandera. Servicio amable y atento. Recomendado por los mejores cocineros de esta bendita ciudad y gente de buen comer. Para empezar unas ostras escabechadas que saben a gloria cuya receta se remonta a siglos, unos berberechos ricos que han vivido estupendamente en aguas gallegas junto a sus primas las almejas que también son de nota alta. Seguimos con unas «cocochas a la importancia» que se comen con la manos y no se olvidan jamás, un jurel que de elegante parece una merluza de pincho pero con menos aires. Seguimos con unos níscalos con patatas y salsa de mantequilla que me hacen reconciliarme con la seta que menos me gusta y enfilamos la recta final con redoble de tambores: «tortilla vaga» de boletus y papada ibérica que reconforta el espíritu y alma, steak tartar que nada tiene que ver con ninguno de los probados anteriormente y que es un delito y la traca final, en forma de tuétano acompañado de solomillo (y no, no es una errata) que es untuoso, sabroso, delicioso y que para nuestra tristeza se acaba muy pronto. Para rebajar, una tarta que bautizan como dispersa y que es el contrapunto perfecto a tanta cosa rica, con lascas de queso y un sabor que te reconcilia con la humanidad.
Sacha