Dicen que la primera impresión es la que cuenta, menos mal que no me hice caso.
Debo de reconocer que la primera visita que hicimos a Lakasa (Raimundo Fernández Villaverde 26, Madriz) no fue lo esperado, tal vez leímos mucho sobre ese local que no llevaba mucho abierto y del que todo el mundo hablaba maravillas y fuimos hipermotivados (eso que llaman un hype) y es bastante posible que nuestra elección de los platos no fuese la adecuada, que los astros se alineasen malamente o vete tú a saber que, pero salimos bastantes tibios del sitio ¿eso era todo?, y ahí lo dejamos.
Pasaron los meses y gente a la que tenemos en mucha estima personal y gastronómica nos insistía que debíamos volver y nos miraban con cara de «¿seguro que fuisteis a Lakasa?», así que mi mujer decidió que era hora de volver y comprobar si estábamos equivocados.
A los cinco minutos de estar allí y después de un trato exquisito con nosotros, llegó César Martín, el cerebro de todo esto y tras nuestros antojos y sus recomendaciones cerramos lo que íbamos a pedir que gracias a que se pueden pedir medias raciones, fue mucho y variado.
Llegaron el aperitivo, las croquetas de calçots , buñuelos de Idiazabal y después de los primeros mordiscos, mi mujer y yo nos miramos y dijimos ¿dónde demonios estuvimos aquella noche?. El espectáculo continuó con los tartares de corvina (delicioso) y de gamo picante (ese saborcito ahumado me acompaña y no lo quiero perder nunca). Llegaron las untuosas revolconas con mollejas que fueron una fiesta intensa, la tierra VS mar (liebre y lamprea) sabroso empate de ambos y para rematar, la ya mítica tabla de quesos afinados de la que no voy a hablar mucho porque ya se encargará Marco Masolini de explicaros de que se trata con esa pasión y sonrisa que contagia al llegar a la mesa. Respecto a los vinos, la carta no es la típica y lo mejor es dejarse aconsejar porque te pueden descubrir pequeñas joyas a muy buen precio.
Al acabar tuvimos la suerte de que pasó de nuevo César Martín por nuestra mesa para preguntarnos qué tal y en un arrebato de sinceridad le contamos cómo fue nuestra primera y fallida visita. La conversación que derivó de allí nos demostró que estábamos ante un apasionado de la gastronomía, un gran cocinero y un tipo encantador. Quedamos en volver pronto para probar su steak tartar (sólo los sábados a mediodía) y su solomillo wellington (los domingos) porque ahora esa segunda visita era la que contaba y mucho. Hay que volver a Lakasa*, las segundas impresiones impresionan.
*Ironías de la vida, unos días después volví allí con unos amigos y variando algunos platos el resultado fue de nuevo espectacular.
¿Con quién ir? con quién disfrute comiendo. ¿por cuánto? entre 40 y 50 euros con la maravillosa posibilidad de pedir medias raciones y así hacer que el placer dure más.
- Calçot en forma de croqueta
- Tartar ricooo
- Idiazabal en forma de buñuelo
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