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una galaxia muy, muy lejana un barrio llamado Chamberí, un padre lleva a su dos hijos al Real Cinema de la Plaza de Ópera a ver una película llamada «La Guerra de la Galaxias». Nervios de niño al apagar las luces y una música que jamás olvidarán dan paso a una letras amarillas distorsionadas sobre el espacio que empezaban con un «episodio IV» que los volvió locos durante tiempo pensando que habría pasado antes (google hubiese sido de ayuda en esos tiempos). Luke, Leia, Han, Obi Wan, R2D2, C3PO y Darth Vader llegaron a su imaginación para quedarse para siempre. Era 1977, tenía cinco años y aquí la memoria juega a creer que recuerdo lo que vi, lo que sentí y que salí totalmente encantado con lo que acababa de ver… dejemos a ese pequeño feliz pensando que todo eso pasó como cree ahora.
Pasaron tres años y volvieron los tres juntos al mismo cine para continuar lo que podría acabar convirtiéndose en una tradición. Una espectacular batalla en la nieve fue el preámbulo de todo lo que estaba por venir en «El Imperio Contraataca». Yoda, Lando, Bobba Fett, la espectacular revelación de Darth Vader a Luke quedaron para siempre guardados en ese hueco especial que todos tenemos en la cabeza para este tipo de cosa, pero algo impresionó a estos pequeños por encima de todo: Han Solo congelado en carbonita y el resto de protagonistas con la misión de encontrarle donde quisiese que estuviera. Volverían.
Y llegó 1983 y se estrenó «El Retorno de Jedi». La alegría de estos niños de saber que se iba a estrenar la conclusión chocó de frente con la idea de que está vez tendrían que ir solos, su padre no estaría para llevarles al cine esta vez, la vida te quita cosas. El mayor decidió por los dos que aunque no fuesen al cine de siempre, irían juntos a verla y su madre estaba de acuerdo. El pequeño recuerda como su hermano en un momento determinado le apretó fuerte la mano mientras hacían cola para comprar las entradas, tal vez por la emoción de lo que les esperaba, tal vez para hacérselo más fácil: vieron la película y salieron felices porque los malos habían perdido y el padre había ayudado al hijo a terminar con el Emperador.
Más tarde llegaría la otra trilogía de la que prefiero no opinar…
Y ahora tenemos esta promesa en forma de foto en blanco y negro y me hace ilusión lo que está por venir: imagino a un padre pensando en llevar a su hijo a ver juntos esta película y sentir, por fin, lo que sintió el suyo aquel otoño de 1977 en ese cine de la Plaza de Ópera.