Archivo | diciembre, 2013

Los números de 2013

31 Dic

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2013 de este blog.

Aquí hay un extracto:

La sala de conciertos de la Ópera de Sydney contiene 2.700 personas. Este blog ha sido visto cerca de 17.000 veces en 2013. Si fuera un concierto en el Sydney Opera House, se se necesitarían alrededor de 6 presentaciones con entradas agotadas para que todos lo vean.

Haz click para ver el reporte completo.

Català Roca: ¡click!

30 Dic

andalucía por Català

Había quedado con su amiga para ofrecerse como modelo y estrenar así su nueva cámara de fotos. Nunca había sido especialmente presumida pero se sabía guapa porque así se lo recordaban siempre los mozos del pueblo. «Ponte un pañuelo en la cabeza como esa actriz que vimos en la revista de la peluquería», le repetía su amiga y a pesar de que le daba una tremenda vergüenza, así lo hizo. Caía el sol a plomo como es costumbre en esa época del año en el sur y las calles estaban vacías, únicamente la mula de un vecino aprovechaba para pastar tranquila. «Gracias a Dios» pensó, «así evito las miradas y las risas que me puede dar algo si me ven haciendo de maniquí». Su amiga le dijo que se apoyase contra la pared «así luces», le comentó mientras se apartaba unos metros para encuadrar mejor. «¡Date prisa que me muero si me ven así!» le decía entre risas, mientras ella se metía las manos en los bolsillo de su mejor vestido y miraba hacía la novata fotógrafa. Justo a unos metros, un catalán que llevaba un par de días en el pueblo haciendo fotos, se colocaba al otro lado de la calle. «Francesc, creo que se llama» recordaba mientras notaba como se le ponían coloradas las mejillas «y yo aquí haciendo el tonto delante de él». El turista sonreía en silencio con un cigarrillo entre los labios como si con él no fuese la cosa, jugueteando con una cámara. En el pesado silencio de esa tarde de verano su amiga gritó «¡MIRA QUE LUCES GUAPA!» y el eco hizo su trabajo. Ella no pudo aguantar la mezcla de risa y timidez y se giró, apartando la cara… ¡CLICK!

Català Roca: Obras Maestras (Círculo de Bellas Artes).

Lori Meyers: apoteosis en 8 minutos

23 Dic

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«Despierta y haz como si nada te afecta,
no aceptes más sugerencias, renacerán tus ganas de vivir»

Vaya por adelantado que no soy ningún experto en música y mis gustos pueden ser más que discutibles (puedo cambiar de Camarón a Hombres G pasando por Enrique Urquijo y Fun sin despeinarme el pelo que no tengo) pero como cualquiera, tengo mi huequecito para los grupos más o menos independientes (si acaso se siguen llamando así) con titulares fijos como Los Planetas, La Buena Vida, Family (con su único y maravilloso disco), Sidonie y por supuesto Lori Meyers (A Vetusta Morla aún no le he pillado el punto).

Es curioso porque mi primer contacto con el grupo de Granada fue hace muchos años gracias a un compañero de agencia que escribía en el que fue el suplemento alternativo y molón por excelencia, el Tentaciones del País. Sabía mi querencia por los chicos de «Segundo Premio» y pensó que «Viaje de Estudios» (2004) de Lori Meyers me podría gustar: mi resumen de todo a cien una vez escuchado fue «son como Los Planetas pero se entiende cuando cantan» y quedó como un fijo en mi coche. Después llegó «Hostal Pimodan» (2005) que me vino grande y les dejé un poco en el olvido.

Pasaron los años y mis gustos musicales se quedaron un poco encallados con ciertos momentos de lucidez gracias a los consejos de mi estimado Pelu, hasta que de repente apareció Spotify y pude ponerme a rebuscar entre la discografía de muchos grupos y así encontrarme con «Cuando el destino nos alcance» (2010) que paso a ser banda sonora de muchos días y más noches (también «Cronolanea» (2008) que escuchaba cuando no dejaba de darle vueltas al anterior). Y llegamos hasta «Impronta» (2013) que tenía la difícil misión de mejorar al anterior y que contiene temazos para enmarcar.

El sábado tocaba verlos en La Riviera y desde el primer momento no defraudaron, manteniendo a la gente botando y no dejando tema sin cantar hasta llegar al momentazo «Emborracharme» cuando el pleno delirio de saltos, cae sobre le publico confeti plateado o «lluvia dorada» como me dijo una amiga (momento risas de ambos) y la gente encantada. Después cantarían junto a Anni B Sweet «Despedirse» para calmar los ánimos y llegar a la obligada pausa antes del éxtasis colectivo que estaba por llegar.

Se acercaba el final y estábamos divididos entre los que esperaban «Mi realidad» y los que necesitábamos «¿A-ha han vuelto?» así que para dejarnos contentos a ambos sectores, tocaron las dos como si de una sola se tratase y ahí, durante esos ocho minutos, creo que salte como si hubiese nacido en el 83 o el concierto hubiese sido en el 2003: 10 años menos que volaron mientras nos desgañitábamos como si nos fuese la vida en ello. Increíble.

Una vez recuperados un poco y para dejarnos aún mejor sabor de boca se despidieron con un particular villancico (¡¡«La caza» de Juan y Junior!!) que nos dejó con la sonrisa fija para toda la noche y su música resonando en nuestras cabezas y tarareando temas antes de dormir como si fuesen una estupenda nana.

365 días después

20 Dic

es hora «Los riñones suplicaban un descanso, sólo restaba un día para el final de la vendimia. Ya tocaría disfrutar el año que viene cuando descorcharan las botellas y…»

Nacho Lozano – Bodegas la Casa de Monroy

Ya ha pasado casi un año y es el momento de dar descanso a nuestros doloridos riñones, dejar reposar a nuestras agotadas neuronas, cerrar ese último archivo de word. Ya nos toca disfrutar de lo que vendimiamos y descorchar esas botellas que llevan esperándonos tanto tiempo, porque de tanto mirar al futuro se nos olvida disfrutar de lo pasado.

Sirve ese vino que llevas dando forma tanto tiempo y saborea hasta donde has llegado, descubriendo matices que hace meses no sabías que estaban ahí, giros que no esperabas, sabores que ya no olvidarás. Y una vez brindes por esta cosecha lo harás pensando en la siguiente con la certeza de querer volver a compartir ese momento con la gente que lo ha hecho posible. Ya toca disfrutar.

La Cabra: promesa cumplida

12 Dic

Logo La Cabra

¿Sabéis esa primera cita en la que todo son promesas, buenas caras, sonrisas perennes y un «esto no ha hecho más que empezar»? hay veces que te llevas un chasco y la cara de idiota es digna de foto #sinfiltros, pero otras veces el flechazo acaba siendo una realidad y la cara, de felicidad.

Nuestra primera vez en La Cabra (Francisco de Rojas 2, Madriz) fue fugaz. Un amigo me había hablado de ella muy bien y como en esos temas siempre le he hecho caso, aproveché una cena que tenía justo al lado para pasar a echar un vistazo y confirmar si era tanto como me habían dicho. Desde fuera era muy guapa aunque nos pareció fría, pero una vez dentro sentimos que esa era solo la primera y equivocada impresión. Con un par de vinos en nuestras manos nos enseñaron sin ni siquiera un guiño por nuestra parte, todo su interior: barra, restaurante, biblioteca y sala de catas, acompañado por Javier, que es uno de los que mejor la conoce y de vinos sabe un rato largo (será por eso que es su sumiller). Después del paseo cayeron dos vinos más y la promesa de volver. Como somos personas de palabra así lo hicimos.

Durante varios meses pasamos por allí por sorpresa para ver si la pillábamos en un renuncio pero al final siempre cumplía con nota. Su gente ya nos saludaba al entrar y sabía muy bien a qué íbamos: su coca de anguila, los tomates rellenos de burrata, sus madrileños callos, el goulash de rayón al que únicamente le faltaba una chimenea para ser perfecto, el sorprendente pulpo… cada cosa en su temporada/momento justo.

Hoy, después de varios meses, nuestro gastronómico romance sigue en marcha. Es muy joven pero cada vez gana en madurez y simpatía. Se ha hecho un hueco debajo justo de nuestro corazón y seguiremos conociéndola porque sabemos que tiene palabra y la cumple.

¿Con quién ir? bien acompañado, ellos aportan su dosis de buen rollo ¿por cuánto? puede variar de 25 a 55 euros dependiendo de lo quieras probar y el tiempo que le quieras dedicar.

La Lechería: un cuento antes de Navidad

4 Dic

La Lechería al anochecer

El Cuento de la Lecher(í)a

«Érase una vez hace ya algunos años un grupo de amigos un fin de semana en León. Tocaba empezar a disfrutar y la mejor forma era hacerlo en forma de estupenda cena, así que dirigidos por uno de ellos que de esos menesteres y esa tierra sabía más que mucho, se plantaron en La Lechería, una Posada Real en Val de San Lorenzo, en plena maragatería. La noche era fría pero las luces de la calle daban sensación de calidez y una pizca de magia.

Entraron los amigos con más hambre que vergüenza (de lo segundo algunos siempre han tenido más bien poca) y se sentaron en la mesa redonda por donde desfilaría durante unas horas, un menú largo y rico, acompañado del primer contacto de algunos con los vinos del Bierzo (denominación de origen que después se volvería un fijo en las preferencias de todos ellos).

Según transcurría la cena a dos carrillos, entre chascarrillos y cacharrillos, uno de ellos (soltero de serie) tal vez influido por el ambiente o por el cuarto vino que caía, se imagino allí, acompañado de una estupenda mujer (puestos a pedir) pasando un fin de semana de esos que los románticos llaman románticos y el resto también. Sería en invierno, pasearían por las calles del pueblo al anochecer, tomarían algo en el pequeño bar del pueblo, amanecería el día frío y despejado, amanecerían juntos para compartir calor y…

Cuando se quiso dar cuenta el vigésimo séptimo brindis le saco de su mundo y le devolvió a la mesa y él tan feliz.

Pasaron los años y nuestro soñador, recién casado con una estupenda mujer (se cumplió lo que pidió) y buscando un fin de semana para desconectar, propuso volver a ese sitio que hace años decidió que tendría que volver. Al llegar les esperaban esas farolas cálidas y mágicas que tan bien recordaba.

Vivieron ese paseo al anochecer, esos vinos en el bar del pueblo, una cena inolvidable: coca con boletus y foie que les puso los pelos como escarpías, garbanzos fritos con gambas de llorar, cochinillo deshuesado que aún recuerdan con alegría por su increíble textura y todo ello acompañado, como no, de vino del Bierzo. Disfrutaron de la hospitalidad de María y Rubén, de sus desayunos caseros que hacían que el despertar fuera despacio y a gustito, de Quintanilla y la soledad bonita de sus calles, de Astorga con su chocolate y cecina (juntos pero no revueltos), de silencios cómodos, de mantas que a unos pican y otro no, de hacer realidad ese cuento de La Lecher(í)a que dejo de ser sueño para hacerse realidad, una increíble realidad».

la lechería al amanecer

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